sábado, 26 de abril de 2014

DESLIGAR POLÍTICA Y EDUCACIÓN

Se acaba el curso escolar en Cataluña y surgen, como cada año, diferentes análisis sobre unos resultados en competencias básicas que no acaban de ser los que más nos gustarían. Es evidente que la sociedad ha cambiado y que múltiples factores ahondan en el fracaso escolar o en la no suficiente competencia de nuestros alumnos. Seguidamente enumeraré algunos de los que creo básicos, aunque para enumerarlos todos y para buscarles soluciones a cada uno de ellos, necesitaría un espacio mucho mayor que el de un escrito de análisis en un diario.
Padres
Una causa nuclear de la deficiencia en el aprendizaje de nuestros alumnos la encontramos en el cada vez menos tiempo que muchos padres disponen para dedicar a sus hijos. La dejación de responsabilidades por parte de algunos que piensan que el hecho educativo es exclusivo de la escuela y las condiciones laborales de muchos otros no ayudan en ningún caso.
La conciliación  de la vida laboral y familiar no pasa por su mejor momento y esta situación no tiene visos de cambio, dado el contexto de grave crisis económica actual y de desmantelamiento del estado social por parte de las élites dirigentes. Unas élites que recortan en las partidas destinadas en educación para, por ejemplo, bajar los impuestos a los que más tienen. Soluciones alternativas que no dañen a los más débiles hay muchas y el hecho de que la educación no entre en el mercadeo del déficit es indispensable para no perjudicar, más si cabe, a una educación que es la base de toda sociedad que se precie.
Esta falta de tiempo de dedicación a la labor pedagógica en familia conlleva consigo múltiples dificultades añadidas al proceso escolar, dado que en multitud de ocasiones es más el tiempo utilizado en enseñar las cosas que deberían venir enseñadas de casa, que el tiempo utilizado en impartir las materias estrictamente académicas.
Sacrificio
Otro factor importante a tener en cuenta es la falta de capacidad de sacrificio por parte del alumnado, que sobreprotegido por algunos padres y afectado de lleno por el síndrome del niño burbuja, son incapaces de enfrentarse a grandes retos, esfuerzos o novedades, porque están tan acostumbrados a que se lo den todo hecho, a que les mastiquen el chicle antes de comerlo, que cualquier intento de potenciar sus ganas de aprender suele costar ímprobos esfuerzos y alguna que otra aclaración a algún padre preocupado por la posibilidad de que su hijo sufra algún trauma infantil por haber recibido una reprimenda por no hacer sus tareas diarias (caso verídico).
En esta misma línea, cabe mencionar también la poca capacidad de caerse para después levantarse del alumnado. Cualquiera que entienda un poco como funciona esto de la vida sabe que no hay mejor aprendizaje que el que se produce después de una equivocación, un error, un aterrizaje forzoso o una decepción importante. Uno no puede conocer lo dulce sino prueba lo amargo previamente, y hemos eliminado el zumo de pomelo de la dieta de nuestros chavales para inflarlos a bollería industrial y azúcares variados, hasta tal punto que ya no son capaces de discernir sabores, de valorar lo que es bueno, de aprender a vivir. Es evidente, por tanto, que los tres últimos factores que acabo de enumerar, falta de tiempo, síndrome de la burbuja y ausencia del aprendizaje por error, están estrechamente interrelacionados y a la vez ligados por el sentimiento de culpa, por parte de algunos padres que no se ven capaces de poner los límites necesarios que ayuden en el proceso educativo de sus hijos.
Concentración
No puede escapar de este pequeño análisis la plaga de TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) que supuestamente padecemos las escuelas. Resulta que en los últimos años los niños tienen una capacidad de concentración ínfima, un déficit de atención inusual y una hiperactividad no apta para estar sentados seis horas al día entre cuatro paredes. Nos equivocaríamos seguramente, a mi juicio, si achacáramos todo esto a un proceso patológico. En determinados niños es evidente que éste existe y sólo con la combinación de una medicación efectiva y otras técnicas adecuadas puede solucionarse, pero no en todos los casos.
Resulta que algunos de esos padres que trabajan jornadas agotadoras llegan a su casa y además de no poner límites a sus hijos por falta de tiempo, de actitud pedagógica y por el sentimiento de culpa del que hablaba, encuentra en las nuevas tecnologías la solución perfecta. Así, la televisión, las consolas y los ordenadores, se convierten en el sustituto ideal de una buena charla, de un juego de mesa compartido, de la lectura relajada de un cuento antes de dormir o del simple hecho de compartir mesa y mantel escuchando las aventuras y desventuras de unos y otros dentro del núcleo familiar. Para postre, para captar la atención de las personas, los entendidos del medio audiovisual tienen claro que las imágenes en movimiento, cuanto más en movimiento sean, cuanto más colores tengan, cuanto más llamativos, espectaculares, ostentosos y activos sean, más gustan, más llegan, más atraen… y luego el humilde maestro, con la pizarra, la tiza y el libro de texto ya puede hacer una pirueta mortal en el aire aterrizando haciendo el pino puente a una mano con una puntuación que ni Nadia Comaneci, que tendrá graves dificultades para captar la atención de sus alumnos.
Por tanto, ¿todos estos alumnos tienen TDAH entendido como una patología? Rotundamente, no. Lo que tienen gran parte de estos niños es un aburrimiento supino ante una forma de dar clase anclada en el pasado, una necesidad imperiosa de gastar energía acumulada y descontrolada y sobre todo y ante todo están pidiendo a gritos atención y límites. Una atención y unos límites que les permitan avanzar en su conocimiento de este mundo.
Los políticos
No se puede dejar de lado en este análisis la dejación de responsabilidades de los políticos respecto a la educación. Ésta debe evolucionar igual que evoluciona la sociedad, pero eso no implica que deba cambiar constantemente su marco general, dependiendo del político de turno al que le toque ocupar el ministerio o la consejería. Cada año nos vemos envueltos en múltiples cambios más burocráticos que otra cosa, más de justificar sueldos exorbitados de personas en muchas ocasiones desligadas profesionalmente del sector, que de implementar medidas realmente efectivas.
Y esta situación es insostenible, dado que únicamente genera descontento, desubicación, malestar y decepción entre el colectivo del profesorado, que además de ver como su tarea no es valorada por la sociedad, intuye como su situación de cierto privilegio necesario en cuanto a estabilidad y vacaciones, es utilizado por los políticos para justificar sus desmanes. Bajadas de sueldo, eliminación de derechos adquiridos, aumento de ratios y de horas lectivas, recortes presupuestarios que no permiten ni comprar materiales para la asignatura de plástica o la imposibilidad de tratar correctamente las necesidades educativas especiales por falta de profesores entre otros, hacen de la situación del profesorado un elemento que no ayuda precisamente a mejorar el sector.
Y cuando todo esto se adereza con unos políticos que se suben sus sueldos a su antojo, que utilizan los coches oficiales a destajo, que no se dan cuenta que son unos servidores de la ciudadanía y que cada euro gastado debiera llevar consigo un estudio minucioso de su idoneidad, hacen que la indignación del colectivo, pero de la sociedad en general también, sea mayúsculo.
Lengua
En otro orden de cosas, y siendo consciente de que me dejo otros factores en el tintero, dado que todo este análisis al completo daría para prácticamente un libro, no quería dejar a un lado un problema no menor, que todo maestro que lleve cierto tiempo en activo y que analice la realidad diaria de las aulas sin sectarismos adquiridos, no se le puede pasar por alto. Este factor es el de la lengua de enseñanza.
En Cataluña, a día de hoy, la lengua exclusiva vehicular en la enseñanza es el catalán cuando más de la mitad de la población tiene como lengua familiar el castellano. Y esto, que podría ser una fuente de riqueza importante, utilizado por la política, se convierte en una fuente de problemas no menos importante que añadir a la retahíla antes comentada.
Pongámonos en situación: podríamos decir que en cada clase, que de media tiene 25 alumnos, nos encontramos con cinco con especiales capacidades (un 20% aproximadamente), un grupo más extenso con capacidades suficientemente altas de unos diez alumnos (un 40% aproximadamente), y el restante 40% que se repartiría entre alumnos con capacidades medias, medias-bajas, bajas y con necesidades educativas especiales asociadas a patologías de índole diversa, cada vez más numerosa. No hace falta ser un pedagogo de renombre para saber que, en condiciones normales, el primer 60% del alumnado no va a tener grandes problemas en su proceso educativo, sea cual sea la lengua en la que éste se realice, independientemente de lo que se hable en casa. Además, la transferencia de conocimientos  de dos lenguas de misma base, en este caso románica, y en continuo contacto, como es nuestro caso también, facilitan sobremanera la adquisición de ambas sin excesiva problemática.
Ahora bien, ¿qué sucede con esos diez alumnos de cada clase que poseen un nivel intelectual de base por debajo de la media o que sus condiciones personales y/o familiares les hacen situarse en ese espectro que ve su proceso educativo más complicado de entrada que el resto? Pues la respuesta es de Perogrullo; evidentemente que tienen una dificultad añadida si cabe por el hecho de recibir todos los inputs en una lengua que no es su lengua materna. Esta evidencia de la que pocos profesores nos atrevemos a hablar hoy en día, fue uno de los argumentos de peso que se esgrimieron a principios de los ochenta por aquellos que pretendían introducir, acertadamente, la lengua catalana  en la nueva escuela post franquista. Pocos, o más bien ninguno de aquellos que exponían el artículo 2  de la declaración universal de los derechos humanos, como argumento principal para defender sus tesis, hoy en día se dignan a defender lo mismo pero con la lengua castellana.
Este hecho perjudica y discrimina diariamente a miles de alumnos en nuestras escuelas e incide negativamente en su aprendizaje y en su posterior desarrollo como seres humanos, sumándose de manera ostensible a una serie de graves problemas, algunos de los cuales he enumerado, que hacen que la educación en Cataluña no avance en la medida que tendría que avanzar.
Así pues, se hace necesario, a mi juicio, un gran pacto por la educación en el que se impliquen, como hacen en Finlandia, padres, profesores, pueblos y ciudades, asociaciones de vecinos, sindicatos, entidades diversas, pedagogos, psicólogos y todo aquel profesional o colectivo que pueda aportar objetivamente análisis al problema y soluciones al mismo. Unas soluciones que los partidos políticos deben refrendar con políticas a largo plazo que se comprometan a mantener en el tiempo y en el que se potencie un sistema educativo en el que prime el bien de los alumnos por encima de sectarismos, de la chalanería política o del oportunismo mediático. Es el futuro de nuestra sociedad, ¿qué vale la pena más que eso?
Daniel Perales es profesor de Primaria

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