jueves, 4 de abril de 2013

Terrorismo social



Las ruedas de prensa posteriores al Consejo de Ministros, desde la llegada al poder del PP, son tan esperadas como temidas por la ciudadanía. Quien ríe el viernes, llora en domingo, dice el refranero popular, al que yo le añadiría que ni en el propio viernes nos dejan reír.
Y es que este final de semana ha sido especialmente doloroso para mí, seguramente porque se ha tratado un tema que desgraciadamente conozco de primera mano. Escuchar la bien lograda ingeniería verbal de Luis de Guindos, ministro de Economía y Competitividad, para enmascarar la estafa perpetrada por los bancos a personas como mi abuela que no saben ni leer ni escribir, en el escándalo de las preferentes, ha sido la gota que ha colmado un vaso que ya andaba bastante cargado.

Resulta que las entidades bancarias, además de ejercer un papel importante en la creación de una burbuja inmobiliaria cuyas consecuencias estamos pagando cruelmente, se dedicaron a vender productos financieros de alto riesgo a pensionistas y pequeños ahorradores, que confiaron en aquellos que les ofrecieron un interés interesante a plazo fijo y con disponibilidad absoluta del capital.

Miles de personas humildes perderán los ahorros de toda la vida de forma injusta y el Gobierno únicamente es capaz de sacar a la palestra a su insigne ministro para que les venga a decir que jugar en la bolsa es lo que tiene, que altos rendimientos siempre van ligados a altos riesgos. Con total rotundidad afirmo que los mejores consejos que jamás he recibido han venido por parte de mi maravillosa abuela, pero con igual vehemencia ratifico que ni rendimiento ni riesgo son conceptos que ella asimile a su economía doméstica. Imagino que una pensión de viudedad tampoco da para grandes juegos bursátiles.

Y en estas, uno tiene que leer que algunos políticos se quejan de que les persigan hasta sus casas mediante el ya famoso escrache nacido en Argentina cuando el corralito. Si estamos volviendo a la época de los códigos arcaicos en los que las leyes se diferenciaban claramente entre poderosos y humildes, ¿no es incongruente quejarse de que la gente pueda llegar a tomarse la justicia por su mano ante unos representantes que en vez de defenderles les hunden en la miseria cada día más?

Estamos llegando a un punto en el que empiezo a creer que únicamente la presión social asfixiante puede acabar con estos listos. Y estoy a un paso de llegar a justificar acciones más contundentes contra estos terroristas sociales. Nunca he creído en la violencia para solucionar ningún conflicto, pero tampoco creo que poner la otra mejilla sea la solución en estos momentos.

La democracia, el buenismo y la sociedad de consumo han matado la lucha social y la colectividad. Nada importante se mantiene solo y hace ya bastante tiempo que diferentes grupos sociales se están movilizando contra este tipo de abusos. Y si persiguen a algunos responsables políticos hasta sus casas y les señalan, un aplauso y un olé para ellos. No es para menos.



Daniel Perales es profesor de Primaria