sábado, 26 de abril de 2014

20N: NAUFRAGIO A LA VISTA

Cuando uno prueba las mieles del triunfo dicen que ya no sabe perder nunca más. De la misma manera supongo que cuando uno vota en conciencia, vota entusiasmado, vota motivado, vota convencido de que su voto va a servir para algo, de que realmente está ejerciendo el poder que le corresponde, ya no es capaz de hacerlo de otra forma. Se acerca el 20 de noviembre y después de bastante tiempo sólo tengo claro que si acudo a votar, volveré a hacerlo sin ilusión, como hacía los primeros años en que pude ejercer mi derecho democrático.
Fueron primero los partidos de izquierda tradicionales los que traicionaron mi confianza, culminando un proceso absolutamente contradictorio como es asimilar la izquierda con el nacionalismo. Un oxímoron total, una falta de principios brutal, un fraude histórico, una apropiación del voto contra natura que hicieron que llegase a acudir a las urnas en una ocasión con la papeleta de un partido conservador con el queno me sentía para nada representado, pero que suponía, según mi pueril entender de aquel momento, un acto de rebeldía ante una situación manifiestamente insólita.
Poco tiempo después, la sucesión de acontecimientos puso todo en su sitio como suele ser habitual, y en medio de una sensación de naufragio absoluta caí en la abstención activa, digamos que es aquella en la que no se acude a votar porque piensas que nadie te representa y no porque fruto de la vagancia intelectual se coloque en el mismo saco negativo a todo aquel que ose entrar en el arte de la gobernanza de la polis. El naufragio fue doloroso y largo, todo lo largo que se hace cualquier cosa que realizas por obligación y no por convicción, pero llegó el día en el que irrumpió en escena un nuevo partido político que encarnaba en sus principios fundacionales casi todo aquello que necesitaba para volver a ser un sujeto político activo: defensa de las libertades individuales, lucha por la justicia social y por la igualdad de oportunidades y por tanto posicionado claramente en frente de las tendencias disgregadoras y separadoras que hacían el ambiente político irrespirable.
La sensación de votar convencido es tan peculiar como probar algo que te gusta y que no habías conocido hasta entonces, no te deja indiferente, quieres volver a experimentarla cuanto antes… Pero dejando sentimentalismos a un lado, es necesaria para que todos los ciudadanos se sientan implicados en democracia y vean en el sistema la posibilidad de opinar y sentirse útiles, aportando el granito de arena que haga que todo funcione mejor y evolucione positivamente.
Llega el 20 de noviembre y las opciones se reducen, un sistema electoral manifiestamente injusto en el que prima el territorio por encima de las personas, olvidándose de uno de los principios claves de la democracia representativa como es el de un hombre un voto, hacen que algunas opciones electorales interesantes se conviertan en intrascendentes, por la dificultad importante de que obtengan representación por la circunscripción en la que se presentan.
La situación actual es muy complicada a todos los niveles, la crisis económica y la forma de afrontarla por los diferentes gobiernos a escala mundial están haciendo reaccionar a la ciudadanía de una forma considerable y novedosa. Los servicios públicos y el estado del bienestar en general se están viendo afectados con tal magnitud, que empieza a estar en juego su propia supervivencia y su carácter generador de igualdad y justicia social.
Es un momento complicado en el que ejercer el derecho a voto debería considerarse incuestionable, dado que si de verdad el poder reside en el pueblo y en sus representantes democráticamente elegidos, no habría mejor manera de canalizar el descontento, de intentar cambiar las cosas, de manifestar el rechazo a la situación actual, que ejerciendo ese derecho sabiendo que iba a servir para algo. Pero la realidad es tozuda, y la democracia actual, formulada de la manera que la tenemos en España, no acaba de representarnos a muchos ciudadanos que volveremos, con más pena que alegría, al naufragio político, al voto sin fe o al abstencionismo activo, al descontento no canalizado y a volver a ver lo que hacen desde la barrera unos representantes políticos que se han alejado demasiado de la sociedad que se supone quieren representar y que en demasiadas ocasiones confirmamos que se comportan más que como políticos como idiotas.
Y que nadie se asuste por mi incorrección ya que en la antigua Grecia, otrora cuna de nuestra civilización, y actualmente ensayo cruel de los que verdaderamente mandan, todos los asuntos de la polis eran tratados por todos los ciudadanos. Así fue como llamaron a estos asuntos politikoí, en oposición a aquellos temas personales e intereses privados de los ciudadanos llamados idiotikós. Más adelante los hombres que no se preocupasen de los temas de la pólis se llamarían idiotes, que significaba ciudadanos privados, derivando siglos más tarde a nuestra palabra actual idiota que se utilizaría para aquellos que no responden a lo que le concierne al Estado o ciudad, sino que a sus intereses propios.
Daniel Perales es profesor de Primaria

No hay comentarios: