La conciencia es el altavoz de nuestra ética. Su sonido siempre nos está esperando; sólo es necesario quererlo sintonizar.
A veces nos llega en frecuencia modulada. Es nuestra conciencia privada; el sonido íntimo de nuestros valores construidos de experiencias, criterios y anhelos. Es uno oyéndose a sí mismo.
Pero estos meses de voto y urna avizor vivimos envueltos en una avalancha de sonidos ensordecedores que nos aturden con un solo fin: influir en nuestros criterios para irlos moldeando en beneficio exclusivo de intereses siempre partidistas. Tratan de ir anulando día tras día nuestra conciencia privada hasta convertirla en conciencia colectiva. No interesan individuos pensantes, sólo se buscan masas arrasantes.
La diferencia entre escuchar la conciencia privada o la colectiva es inmensa: radica entre decir en privado a quien te asquea "me das asco", o irlo gritando por todas partes aunque no te asquee demasiado y tengas tus propias reservas, simplemente porque si no lo haces quedas como un peligro público para los miles que te rodean y lo corean.
Cuando esto sucede, dejas de ser y pasas a pertenecer. Cedes tu conciencia a la del iluminado de turno. Renuncias a sintonizar con tus propios valores para sumarte al alud que pretende que saltemos porque muchos saltan y que gritemos porque muchos gritan.
Sin lugar a dudas, ésta es una época perfecta para sintonizar con nuestra propia emisora.
A veces nos llega en frecuencia modulada. Es nuestra conciencia privada; el sonido íntimo de nuestros valores construidos de experiencias, criterios y anhelos. Es uno oyéndose a sí mismo.
Pero estos meses de voto y urna avizor vivimos envueltos en una avalancha de sonidos ensordecedores que nos aturden con un solo fin: influir en nuestros criterios para irlos moldeando en beneficio exclusivo de intereses siempre partidistas. Tratan de ir anulando día tras día nuestra conciencia privada hasta convertirla en conciencia colectiva. No interesan individuos pensantes, sólo se buscan masas arrasantes.
La diferencia entre escuchar la conciencia privada o la colectiva es inmensa: radica entre decir en privado a quien te asquea "me das asco", o irlo gritando por todas partes aunque no te asquee demasiado y tengas tus propias reservas, simplemente porque si no lo haces quedas como un peligro público para los miles que te rodean y lo corean.
Cuando esto sucede, dejas de ser y pasas a pertenecer. Cedes tu conciencia a la del iluminado de turno. Renuncias a sintonizar con tus propios valores para sumarte al alud que pretende que saltemos porque muchos saltan y que gritemos porque muchos gritan.
Sin lugar a dudas, ésta es una época perfecta para sintonizar con nuestra propia emisora.
1 comentario:
El problema está en que es difícil sintonizarla, puesto que hay muchas interferencias...
Publicar un comentario