jueves, 21 de mayo de 2015

La mano visible

La mano visible
Daniel Perales

Martes, 19 de mayo de 2015 - 08:45 
El esfuerzo que antaño hacían en España las organizaciones empresariales para parecer hermanitas de la caridad, parece que ya quedó atrás. “Generan puestos de trabajo”, “la riqueza de un país se basa en sus emprendedores”, “alfombra roja para crear negocios”, “contención de los salarios para ganar competitividad”… Era común escuchar estas expresiones y la gran mayoría asentía consciente o inconscientemente a los nuevos mantras del sistema de mercado. No les faltaba parte de razón, una economía capitalista funciona cuando el dinero fluye, las empresas generan beneficios y los ciudadanos tienen suficiente capacidad adquisitiva como para consumir y hacer girar la rueda que una mano invisible mueve para que todo funcione de maravilla, las mariposas vuelen en los verdes prados y las palomas blancas trasladen sus mensajes de paz y amor por todos los confines del planeta Tierra.
La rentabilidad social no hace rico a nadie, ni falta que hace, porque de lo que se trata es de dotar de las condiciones mínimas para una vida feliz de la ciudadanía
Uno no las tenía todas consigo cuando escuchaba a los próceres del liberalismo económico desarrollar con tanta vehemencia esta arcadia soñada, pero como “los expertos” eran ellos, no íbamos a poner en duda la opinión de gente tan insigne. Pero entonces explota la burbuja inmobiliaria, la economía se hunde, los bancos son rescatados con dinero público, la corrupción masiva sale a la luz, el paro crece exponencialmente, la pobreza se incrementa de forma extrema y la mano invisible nadie sabe dónde se encuentra.
No vamos a desgranar aquí las consecuencias catastróficas que todo esto ha tenido para la mayor parte de la ciudadanía, pero resumiendo mucho podríamos decir que la clase media casi ha desaparecido, las clases más desfavorecidas sobreviven gracias a la magnífica red de solidaridad familiar y asociativa, y las clases altas como mínimo siguen viviendo igual de bien, todo ello adornado con el destrozo absoluto de las condiciones laborales de los trabajadores. Es decir, la igualdad y la justicia social han menguado de forma alarmante con la mano esa tan esquiva sin dar señales de vida.
En medio de este proceso desarrollado en varios años, solo se recuerda un propósito de enmienda por parte de Sarkozy y su célebre frase refundadora del capitalismo. Pero nadie le hizo mucho caso (ni él mismo seguramente) y el desarrollo de los acontecimientos fueron de nuevo dirigidos por los mismos que nos habían llevado al desastre, como ese pastor al que convence el lobo para cuidarle las ovejas después de haberse zampado la mitad de su rebaño.
Y en esas estamos, pero con un componente extra, que como decía al principio no existía hace unos años: la desvergüenza. Las élites empresariales ya se atreven a decirlo todo, sin filtro, como esas personas ya ancianas que sienten que están dando sus últimos pasos en la vida y dicen todo lo que se les pasa por la cabeza. El miércoles decía Juan Rossell en La Vanguardia lo que seguramente lleva pensando el empresariado décadas. Apuestan por la privatización de la sanidad y la educación porque si ambos sectores estuviesen gestionadas por empresarios, podríamos sacar mucho más rendimiento.
Supongo que es difícil de entender para alguien que analiza el mundo bajo criterios economicistas que el rendimiento tiene varias maneras de interpretarse. Que existe una forma, seguramente la más justa y la que afecta a más gente, que se centra en el beneficio social. Que la rentabilidad social no hace rico a nadie, ni falta que hace, porque de lo que se trata es de dotar de las condiciones mínimas para una vida feliz de la ciudadanía. A toda esa ciudadanía que ha sufrido una estafa que no ha provocado y a la que están intentando marear con líos identitarios, ya no se le enreda tan fácilmente, porque la conciencia social está despertando. Son muchos los ejemplos (Panrico, Coca-Cola, Movistar, Hospital de Viladecans o Bellvitge…) de trabajadores que no estamos por la labor de seguir tragando con un sistema injusto que nos convierte en meras piezas del engranaje de una máquina de generar recursos para los que más tienen.
Así que señor Rossell, se agradece su sinceridad, con sus declaraciones nos deja todavía más claro que esa mano invisible desaparecida se ha convertido en una mano bien visible que nos quiere robar lo poco que nos queda del estado social. Estaremos atentos.

miércoles, 6 de mayo de 2015

"MICROPOLÍTICA" SECUESTRADA

'Micropolítica' secuestrada
Daniel Perales

Sábado, 2 de mayo de 2015 - 01:55
Se acercan las elecciones municipales y el escenario político que se nos presenta en Cataluña es completamente descorazonador. De nuevo asistimos al secuestro de la democracia por parte del secesionismo y se nos plantea en forma de plebiscito maniqueo un ejercicio que debería ir encaminado por otros derroteros.
Las elecciones locales tienen un componente específico que las hace especiales. El hecho de confeccionar las corporaciones más cercanas al ciudadano otorgan al sufragio local un componente extra de dependencia del voto al conocimiento del candidato, de su trabajo en el pueblo o ciudad y de la capacidad de gestión de su partido, en mucho mayor grado que en otras contiendas electorales que se deciden por otros parámetros de lo que podríamos denominar 'macropolítica'.
En Cataluña en los últimos años, la lógica y la normalidad se han invertido de forma lamentable
En esta gestión de la 'micropolítica' entran factores que nos tocan a todos mucho más de lleno. Son los ayuntamientos los que deben gestionar en última instancia los grandes desaguisados producidos por la crisis económica. Así, deben dar solución a los problemas diarios que han dejado a muchas familias sin poder hacer frente a sus necesidades más básicas, como el pago de la energía, hacer frente a la hipoteca o incluso poder dar de comer a sus hijos. Todo ello con unas competencias muy limitadas y unos presupuestos desbordados por esta realidad que acapara, como es lógico y normal, buena parte de la gestión municipal. Por tanto, en este tipo de elecciones, el ciudadano se solía sentir más proclive a votar a diferentes fuerzas políticas, coincideran o no con su ideario, al basarse en otros parámetros difícilmente extrapolables a elecciones autonómicas, nacionales o europeas.
Pero en Cataluña en los últimos años, la lógica y la normalidad se han invertido de forma lamentable. Resulta que la ANC y el nacionalismo orgánico que la alimenta pretenden utilizar los gobiernos locales para legitimar la opción secesionista, raptando las opciones de voto de la ciudadanía hacia parámetros de una dicotomía indignante. Y lo peor de todo es que muchas opciones que deberían poner el acento en potenciar el discurso social y en dejar de lado este tipo de confrontaciones que en nada ayudan al bienestar de las clases populares, se suman de forma directa (ERC y CUP) o juegan a la connivencia desde posiciones ambiguas que todos sabemos por experiencia hacia dónde conducen (Barcelona en Comú, ICV, EUiA, Podem...).
De este modo obligan a los ciudadanos que nos sentimos atacados por esta burbuja de insolidaridad, que empieza a dar síntomas de pinchazo absoluto, a decantarnos por opciones netamente contrarias a este proceso. Y en medio del hastío generalizado que produce esta situación, y como diría aquel, solo nos queda decir como válvula de escape: ¡Márchese señor Mas, márchese!

FUERA CARETAS

Fuera caretas
Daniel Perales

Jueves, 5 de febrero de 2015 - 08:31 
Después de casi diez años en el sector de la enseñanza puedo asegurar de forma bastante científica que me he encontrado a muchos talibanes del nacionalismo. Mentes extremistas que no llamo fundamentalistas directamente porque suelen tener bien aprendida la pose y la apariencia. Personas que lejos de significar una minoría aislada vociferante, que tendrían serias dificultades para formar parte del templo sagrado que debería ser la escuela, la manejan, la controlan y la someten a sus indignas prioridades.
La mayor parte de la sociedad no es consciente del funesto juego al que se está jugando cada día en muchas escuelas catalanas
En todo este tiempo he podido sufrir en mis carnes lo que significa no estar “integrado” y la heroicidad no pretendida que supone no tener ninguna intención de estarlo y ejercer como disidencia a lo “políticamente correcto” marcado por las instancias oficiales. Enfrentarte por dignidad como profesional y como ser humano a la imposición de una ideología totalitaria en una escuela aparentemente laica no tiene pocas contrapartidas negativas, algunos bien que lo sabemos. Plantar cara en según qué momentos ante la violación de un espacio en teoría de libertad e ilustración, convertido en un proyecto de ingeniería social hacia la homogeneidad tiene un caro peaje que abonar. En este recorrido profesional he podido comprobar también como la debilidad humana puede permitir a personas inteligentes y capaces mirar para otro lado o hacer seguidismo de todo aquello en lo que en realidad ni creen ni toleran.
Pero de poco sirve la lucha aislada de cuatro “fachas españolistas castellanohablantes” (“y encima perico”) como yo, si el conjunto de la sociedad no profundiza en la realidad y coloca a cada uno en el lugar que le corresponde. La lamentable etiqueta se convierte en tu carta de presentación, convirtiéndote en el enemigo deshumanizado carne de cañón para la censura, el desprecio, el desprestigio y el aislamiento.
La mayor parte de la sociedad no es consciente del funesto juego al que se está jugando cada día en muchas escuelas catalanas, principalmente porque el propio sistema ha sabido parapetarse para que todo lo que sucede internamente prácticamente no se sepa en el exterior, y se hace muy difícil explicar lo que acontece con un altavoz en medio del desierto. El sentimiento de frustración es brutal y la tentación de acabar dejándote arrastrar por la corriente se impone en tu día a día.
El sentimiento de frustración es brutal y la tentación de acabar dejándote arrastrar por la corriente se impone en tu día a día
Y entonces te levantas una mañana y se te atraganta el desayuno con este artículo. Y no se te atraganta precisamente porque lo que leas te resulte extraño o no lo hayas escuchado nunca, o no lo veas puesto en práctica a diario como filosofía de fondo en el hecho educativo de la “escola catalana”. Más bien porque por fin todo aquello que llevas años denunciando que ves cada día lo saca a relucir un filólogo “guay”, uno del sistema, uno de los que cortan el bacalao, uno que no podría ser nunca etiquetado como lo hacen algunos contigo a diario.
Los que estamos viviendo desde dentro el peligro de dejar que se introduzca la política en la educación y padecemos las consecuencias de nadar a contracorriente, debemos agradecer artículos como el de este "científico de la lengua". Gracias Pau Vidal por explicarle a mis conciudadanos que lo que algunos venimos manifestando desde hace más de una década no es otra cosa que la cruda realidad. Gracias por arrancarnos la etiqueta de cuajo y enganchártela en una parte bien visible de tu atuendo. Gracias por ser tan abiertamente integrista, porque de tu bilis saldrá nuestra victoria, la victoria de la razón frente a la barbarie.